Es la principal causa de muerte en nuestro país, sin embargo, el riesgo de sufrir un evento cardiovascular severo se puede reducir si se adopta una serie de medidas de prevención relacionadas a controles periódicos, actividad física y alimentación saludable.

En Argentina hay 40 mil infartos por año y los especialistas advierten que afectan a pacientes cada vez más jóvenes. Dentro de los factores de riesgo para el infarto de miocardio, además de la obesidad y la diabetes, se encuentran la hipertensión arterial, la dislipidemia, el tabaquismo, el sedentarismo y la predisposición genética o antecedentes familiares de enfermedad coronaria precoz.
“Si bien, factores como el estrés crónico, los trastornos del sueño o el descanso insuficiente no se consideran dentro de las señales de alerta tradicionales, no deben minimizarse, ya que favorecen la disfunción endotelial, hipertensión y procesos inflamatorios que potencian el riesgo cardiovascular global”, señaló el Dr. Juan Pablo Costabel (MN 119.403), jefe de la Unidad Coronaria e Internación del ICBA Instituto Cardiovascular.
Más de 100 casos por día
En la Argentina se estima que ocurren aproximadamente 40 mil infartos agudos de miocardio por año, a razón de más de 100 por día, y la mortalidad cardiovascular total cerca del 30% de todas las muertes, una proporción semejante o levemente superior a la media mundial informada por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
“Esta elevada cifra de mortalidad se explica porque abarca no solo la mortalidad intrahospitalaria, que ronda el 8% según registros de la Sociedad Argentina de Cardiología, sino también las muertes previas a la hospitalización, que incluyen muerte súbita o pacientes que no alcanzan a recibir asistencia médica, y las posteriores al alta, tanto en el corto como en el largo plazo, vinculadas a reinfartos, arritmias, insuficiencia cardíaca y progresión de la aterosclerosis”, detalló Costabel.
Síntomas
Según especialistas, el síntoma más frecuente de un infarto es la sensación de presión, opresión, ardor o dolor en el centro del pecho que puede durar varios minutos o aparecer y desaparecer. A menudo se siente como un peso fuerte, una quemazón o una sensación de que el pecho está siendo apretado.
“El dolor puede extenderse hacia el brazo izquierdo, el cuello, la mandíbula, la espalda o el abdomen. A su vez, hay algunas señales de alerta que se presentan con menor frecuencia como la sudoración intensa y repentina, que suele acompañar a una sensación de mareo o debilidad. Algunas personas también pueden experimentar malestar estomacal, sensación de indigestión o incluso vómitos; mareos, vértigo o desmayo súbito”, explicaron los expertos.
Los controles recomendados
El cardiólogo Martín Fasan (MN 166598) del ICBA Instituto Cardiovascular, indicó que las personas que tienen mayor riesgo de sufrir un infarto de miocardio son aquellas que cuentan con alguno de los factores de riesgo cardiovascular.
“Estas características favorecen el depósito de placas de colesterol en las arterias coronarias, que son la base sobre la que se produce el infarto”, afirmó.
En cuanto a los controles médicos –amplió el experto- son una herramienta clave para la prevención de estos eventos severos y las indicaciones varían de acuerdo con la edad y los antecedentes de cada paciente. Pueden incluir un examen físico con medición de presión arterial, laboratorio con perfil de lípidos y glucosa en sangre, electrocardiograma, ecocardiograma para conocer la función del corazón, ecografías vasculares y tomografía para detectar la presencia de placas en arterias y pruebas de esfuerzo, entre otros.
“Se sugiere hacer estos controles al menos una vez al año, especialmente en aquellos pacientes con infarto previo y con factores de riesgo. Además la enfermedad cardiovascular tiene un importante componente hereditario, por lo que estos estudios también están destinados a aquellos pacientes con antecedentes familiares de infarto o ACV a edades tempranas”, detalló Fasan.
En la población general, se recomienda hacer una evaluación del riesgo de enfermedad cardiovascular (ECV) en varones mayores de 40 años y en mujeres mayores de 50 que servirá de base para determinar cómo seguir adelante. Si existieran factores de riesgo cardiovascular, podría considerarse con antelación.
Cómo prevenir un infarto
Más allá de los chequeos médicos para controlar la salud cardiovascular, el cuidado de nuestro corazón es una tarea que cada uno debe asumir con pequeños grandes hábitos que permiten reducir riesgos. Así lo muestran las estadísticas: se estima que 8 de cada 10 eventos cardíacos se podrían prevenir.
“Es importante entender que la obesidad, hipertensión arterial, sedentarismo y la hipercolesterolemia son considerados factores de riesgo ‘modificables’, es decir que podemos intervenir sobre ellos para mejorar nuestra salud cardiovascular y prevenir eventos. Además de realizar los controles médicos adecuados y tomar la medicación para controlar la glucemia, presión arterial y colesterol cuando está indicada, es fundamental realizar ejercicio. Lo recomendado es realizar al menos 150 minutos de actividad física aeróbica moderada por semana”, detalló el especialista del ICBA.
Por otro lado, la recomendación es llevar un plan de alimentación balanceada, que incorpore frutas y verduras, y a la vez reduzca carnes rojas y evite los alimentos ultraprocesados. Además es clave limitar el consumo de alcohol y no fumar, así como también intentar reducir el estrés y priorizar un buen descanso nocturno.
La importancia de una rápida respuesta
En el marco del Día Mundial del Corazón, uno de los grandes desafíos pendientes es lograr una respuesta más efectiva ante este tipo de episodios.
“En el manejo del infarto aún queda mucho por mejorar, especialmente en asegurar una reperfusión oportuna y de calidad. Los datos indirectos, como el bajo volumen de angioplastias y las bajas ventas de fibrinolíticos (grupo de medicamentos que disuelven los coágulos sanguíneos que obstruyen arterias o venas, especialmente en casos de emergencia como ser un infarto de miocardio o accidente cerebrovascular), sugieren que la reperfusión está lejos de ser óptima”, planteó Costabel.
Cuando se sospecha de que se está desarrollando un infarto, es vital actuar rápido. Los expertos lo resumen con una frase: el tiempo es músculo. “No debemos demorar en concurrir a una guardia o en activar el sistema de emergencias (911). Una atención médica a tiempo puede reducir la secuela que provoca el infarto en el corazón y salvar vidas. Para esto debemos reconocer a tiempo los síntomas”, señaló Fasan.
Tras un infarto puede desencadenarse un paro cardíaco y elevar el riesgo de vida del paciente. En este contexto, es fundamental que se promueva la formación en reanimación cardiopulmonar (RCP) entre la población.
“Una adecuada reanimación realizada a tiempo permite mantener la circulación de sangre y oxígeno al cerebro y al corazón, ganar tiempo hasta que llegue el equipo de emergencia e incrementar significativamente las chances de supervivencia”, concluyó el experto del staff de cardiología del ICBA Instituto Cardiovascular.